VOLVER AL 73

 

Nostalgias

 

                                    VOLVER AL 73

                                                                                                                                                       Mónica Lackington Fuentes

Mi primer viaje fuera de Chile fue en el ’73: un tío que trabajaba para una línea aérea, quiso pagarle algunos favores a mi padre, enviándole un pasaje para mí. El hecho es que, en las vacaciones de invierno, partí por dos semanas a la casa de la hermana de mi madre en Cuidad de México.

(Ahora dimensiono la suerte que tuve y desconozco por qué fui yo la favorecida).

Recuerdo que tuvimos dificultades para elegir los regalos ya que aquí no había gran cosa para ellos que vivían en un país con mayor desarrollo. Por otro lado, estábamos con una tremenda inflación por lo cual los dólares que me dieron mis padres y mi abuelo, en ese entonces, alcanzaban para comprar un equipo de radio.

Partí encargada a pilotos y sobrecargos conocidos por mi tío, que se acercaban a preguntarme si estaba asustada o necesitaba algo. Me llevaron a la cabina del piloto donde había un maduro canadiense que me abrazó un poco más de la cuenta…pero yo nunca comenté nada, hasta ahora…

(Esas cosas no se contaban…)

Llegando allá, me incorporé a la vida familiar, compartiendo con mis primos que eran menores y con mi tía Carmen. Mi tío Félix se daba el trabajo, cada vez que podía, de llevarme a lugares de interés y tomar fotos para mí. La Carmen seguía la rutina de ir a las multitiendas y supermercados que me fascinaba.

Yo llevaba mi platita muy bien cuidada porque era un dineral y, además, debía llevar encargos que eran un privilegio en ese tiempo: jeans a mis hermanos y whisky para mi tata.

Disfrutaba asearme con jabón Camay, pasta dental Colgate, comer pan blanco, en fin: la abundancia y variedad que veía por todas partes. Las tiendas tenían varios pisos y vendían de todo. En los supermercados, compré alimentos que ya no veía en Santiago y en un mercado artesanal, un collar de mostacillas. La Carmen me vio admirando una falda jardinera de mezclilla que tenía bordada una manzana en la pechera. La vimos varias veces, hasta que me propuso que comprara la tela y ella me la cosería.

En nuestras diarias salidas, viajábamos por autopistas, el metro, nos resguardábamos de las lluvias en tiendas, cafés y cines. Debo decir que me llevaron a todos los lugares de interés: pirámides, museos, barrios, hasta Cuernavaca que quedaba fuera de la capital.

Llegó el momento de volver a Chile y la compañía estaba en huelga. A esa preocupación, mi tía Eliana sumaba, que comenzó a llamar para allá para pedir que les mandaran pasajes, porque en Chile iba a haber una guerra civil y los comunistas iban a matar a los opositores de Allende. Mis tíos se reían de ella y se disculpaban con el problema de la aerolínea.

Finalmente, me tuvieron que enviar de regreso con una familia amiga de ellos que venía de vacaciones y con la cual hicimos escala en Lima. Creo que Félix debió llamar varias veces a mis padres desde su oficina para explicarles todos estos contratiempos y los imagino angustiados y preocupados, además, por la tensión política que se vivía dentro de mi país.

(Como un sonido ronco que anticipa un terremoto, se intercalan en estos recuerdos, imágenes de gente saliendo del país, huelgas, suspensión de clases, carreras en la calle, disparos...)

El caso es que llegué sana y salva, pero sin equipaje.

Lo más tremendo fue que tardó varias semanas, fuimos un par de veces al aeropuerto con mi padre hasta que apareció.  Lo que había pasado es que el personal de la empresa, había dejado la maleta en Lima, creyendo que era Félix quien viajaba ya que tenía su nombre.

Además de los encargos y regalos, aún traía dólares, había usado en el viaje lo justo y ahora pensaba ahorrar el resto. 

Desde mi llegada, pasaron unas semanas y vino el golpe de estado, los ahorros se fueron al suelo y los cuadernos mejicanos me sirvieron de diario de vida durante el encierro.

No volvimos tan pronto a clases y recuerdo haber salido solo para comprar mercadería con mi madre en las horas permitidas. En casa, se escuchaban las noticias, se obedecían las órdenes, pero yo percibía movimientos y conversaciones que no entendía. Pasaba horas escribiendo, hablando por teléfono con mis amigas, viendo televisión; ajena a la realidad, todavía con el asombro intacto de la ciudad azteca.

(Sentía que se había detenido el tiempo y todos los días para mí eran sin grandes acontecimientos. Ese mundo opaco contrastaba con el luminoso que  traía de mis vacaciones y ambos quedaron intactos en la memoria).

Desde mi primera visita a ese país, he recordado sus cielos, el colorido de su artesanía, las ruinas y el hablar de sus gentes. Quizás todo eso me llevó a elegir en los '80 la breve obra literaria de Juan Rulfo para una tesis, ya que encontré en ella ese mundo que recordaba con tanta poesía:

“Ahora estaba aquí, en este pueblo sin ruidos. Oía caer mis pisadas sobre las piedras redondas con que estaban empedradas las calles. Mis pisadas huecas, repitiendo su sonido en el eco de las paredes teñidas por el sol del atardecer”. Pedro Páramo, pág. 5

                                              

Recuerdo todo esto porque he regresado a Cuidad de México y me ha vuelto a encantar el contraste del mundo contemporáneo y el indígena, compartiendo espacio y protagonismo.

Los relatos rulfianos muestran ese espíritu. A pesar de su vertiginoso ritmo, esta ciudad conserva ruinas enmarcadas en cielos diáfanos, figuras venerables e imponentes, un ahora y, a la vez, otro tiempo, uno mágico y espiritual, detenido en su arte, naturaleza y sabiduría.

 

 

Comentarios

  1. Felicitaciones, me encantó.
    Gracias Mónica,Paty.

    ResponderBorrar
  2. Bello Mónica, un texto conmovedor y una reflexión tan nuestra de siempre las niñas que fuimos...,Michelle

    ResponderBorrar
  3. Amiguita me encanto tu relato, no sabia que habias tenido esas vivencias, ademas la cuentas con tanto detalle que me agarro desde el primer momento. Otro dia me cuentas mas cositas de ese viaje.Elba

    ResponderBorrar
  4. [10/4 07:12] M.Teresa Ropert: Me encanta tu pluma Moni
    [10/4 07:18] M.Teresa Ropert: Super cuatico el recuerdo además
    [10/4 10:10] M.Teresa Ropert: Cargado de historia personal pero tb del contexto del momento

    ResponderBorrar
  5. Precioso y leí otro de tu madre bello.Tatiana G.

    ResponderBorrar
  6. Muy bueno tu texto Moni
    Me remontó a la niñez adolescencia con su ilusión de vivir
    Lo externo que ilusiona y la neblina del interior o del propio país.
    Traté de comentarte en el blog pero no me resultó
    Cariños✨Fernández V.

    ResponderBorrar
  7. Que buenos recuerdos Monica!! Porque Tiempo Magenta?Solange

    ResponderBorrar
  8. Increíble como nuestra historia queda marcada y guardada en nuestro corazón y subconsciente y basta un olor un lugar un sonido y se hace presente y real
    Hermoso relato
    Gracias por compartirlo 🥰,Valentina

    ResponderBorrar
  9. Gracias Mónica . Me transporté a esos años de inocente asombro ! CECILIA M.

    ResponderBorrar
  10. [10/4 13:26] Ximena Goldzveig: 👏👏👏👏
    [10/4 13:26] Ximena Goldzveig: Muy bueno!

    ResponderBorrar
  11. Buenísimo, super entretenido!!! Gracias por compartirlo ❤️ Mane

    ResponderBorrar
  12. 🙌🙌🙌🙌
    Muy bonito texto..!
    Nostálgico y evocador .💕Marce

    ResponderBorrar
  13. Que buen relato Moni! El contraste, la dualidad de los tiempos alegres y terribles, del pasado y el presente. La vida con sus luces y sombras... por otro lado aquello q permanece en el tiempo, como los cielos de Mexico, sus colores. Además está escrito de manera muy entretenida, con una mirada nostálgica, pero realista. Te felicito! Un abrazo

    ResponderBorrar
  14. [20/4 10:27] Gabriela Zambrano: Me encantó tu cuento. Tienes un gran talento para transmitir emociones
    [20/4 10:34] Gabriela Zambrano: Es super bonito leerlo...es como una charla contigo 😍Gabriela

    ResponderBorrar

Publicar un comentario

Entradas populares