Quiero leer tu libro, me lo entregarás esa tarde, la
tarde del abrazo – homenaje. Siento
timidez, pero iré de todas maneras, como tú dijiste, irás: “aunque sea con un
burrito”. Te comento que encontré unas fotos de la universidad y te las envié,
te pregunto si te llegaron, por temor a que se pierdan definitivamente. (Todo
se va perdiendo, deja de tener valor, menos el cariño de quienes se
mantienen cerca a pesar del tiempo, es el afecto sincero que se va
superponiendo a nuestro egoísmo y vanidad). Recuerdo tu mente inquisitiva, te quedabas dándole
vueltas a alguna materia recién vista y nos ponías en problemas a quienes
queríamos acabar el tema. A lo mejor, tu escrito me revela ese pensar inquieto
y agudo que hoy me cuesta percibir en este diálogo telefónico.
No quiero pensar en quiénes irán, prefiero enfocarme
en este encuentro y las vivencias que puedan nacer de él.
Éramos compañeros, un poco más que eso, sin llegar a
ser amigos, pero aquí estamos dialogando con nuestras verdades, en el último
recorrido de las micros, como las que titulas en tu obra…
Me asusta todo lo que estás viviendo: vislumbro la
madeja que pueda salvarte de otro encuentro con el minotauro… ¡Solo tú sabes lo
que ha sido ser presa de esa bestia!
Llegué un poco atrasada. La invitación que me
enviaste era bonita y sobria: una foto, los detalles del lugar, fecha, hora y
la palabra “ceremonia” escrita dos veces. Me pareció que sería solemne y luego
se haría un brindis. Me demoré en elegir un
vestido cómodo y apropiado para la ocasión, debía partir en metro, hacer cambio
de línea y caminar otro poco…Deseché por completo llevar los dos botellones en
mi cartera, me pareció mejor retirarme antes. Era una tarde calurosa de pleno
verano y a esa hora, el sol estaba aún agrediéndonos.
Al entrar, me encontré con una sala pequeña,
angosta, con bancas y mesitas en los costados (luego supe que había sido la
cochera de esa antigua casa). Había cerca de unas quince personas. Miré, saludé
y me senté como los demás a un costado y luego, te reconocí. Me entregaste el
libro y hablamos muy poco. El lugar no permitía diálogos privados pues era
estrecho y estaba copado. La reunión era para recordar y dar a conocer la vida
y personalidad del desaparecido. Yo, repito, prácticamente, no lo conocía y me
sentí fuera de lugar. Hubiese preferido salir de ahí, pero ¡ya no podía hacer nada!
Los relatos, alternaban, por un lado, su actitud
creativa frente a la vida y, por otro, la experiencia dura de sus años de disidencia
política. Yo había compartido el mismo espacio universitario y me interesaba
conocer esos testimonios e igualar la cultura de jóvenes como él. Pero cómo íbamos
a saberlo entonces...nos separaban prejuicios, la desconfianza y, al menos a mí,
una tremenda timidez.
El ambiente del Pedagógico, en esos años, seguía
siendo nutritivo, había intelectuales, políticos y artistas que nos
acarreaban a vivir instancias de aprendizaje y diversión. Los más jóvenes
estábamos ansiosos de participar y contagiarnos de su formación y talento. Con
los años, algunos desarrollaron sus habilidades y hoy son reconocidos. Pero
muchos se han quedado en el camino, arrastrando sus sueños y lamentándose por
la falta de oportunidades.
Volviendo al presente, creo, Manuel, que ya no volveremos a vernos, solo
a través de tu libro, te conoceré un poco más…
No recuerdo haber tenido una conversación más íntima
contigo, estabas siempre con algún tema rondándote. En tu reciente llamado, te
mostraste algo más, eso despertó en mí la ilusión de un mayor acercamiento…
Ese viernes por la tarde, en algún momento, tú
pediste una botella de vino a la muchacha que atendía para hacer el brindis,
luego de ello, hubo un espacio y yo aproveché para arrancarme de todo eso. Me
despedí de ti, que te retirabas también y, muy por encima, de todos los demás. Fui
caminando aceleradamente hasta el metro, huyendo de esas nostalgias, desencuentros,
memorias que no termino de hacer calzar.
Al menos, me llevé resonando tus enredadas palabras
y los relatos del librito de cuarenta páginas, con una escueta dedicatoria:
Te dedico
este pequeño libro, espero que te agrade, con mucho cariño, Manuel.
Al día siguiente, leí tus textos y te envié este
mail:
Manolo:
Te escribí el viernes en Instagram. Acabo
de terminar tu libro, creo que tienes mucho talento, hay un fondo nostálgico en
tus relatos, por un pasado quizás desprovisto de sueños. Conozco tan poco de tu
vida, esto me acercó un poquito, eres sensible, inteligente y romántico. Sigue
escribiendo, proponte algo más contundente, sumérgete en tus demonios, puede
salir algo grande, estoy segura.
No iré más a estos homenajes, funerales
ni huevadas por el estilo, me hizo mal… ¡no quiero!
¡Un abrazo, Manolete!
Me respondiste, varias horas después:
Gracias por tus palabras, qué bueno.
Nos vemos.
Manuel.
(Cuatro meses después)
-Aló?
-Hola. Soy Eugenio, ¿Cómo estás?
-Bien, y tú?
-Maoma. Te llamo para contarte que Manolo falleció. Me atreví a llamarte porque me dijiste que te preocupaba su salud. No tengo mayor información todavía...Ojalá puedas ir...
- ¡Lo lamento muchísimo! Gracias por avisarme, que estés muy bien.
Un abrazo.
(Hoy 17 de junio del 2023)
Querida Mónica,
ResponderBorrarMe he demorado en responder tu correo, pues tu cuento me ha hecho mucho sentido,
por diversas razones.
Lo he leído tres veces y percibo un notable progreso en tu prosa.
El relato en dos planos, me ha recordado algunas músicas de Bach.
Puede sonar cursi o pedante, pero es lo que se me vino a la cabeza.
El segundo, más intimista, de una gran sensibilidad y algo de nostalgia.
Sigue escribiendo y compartiendo tus creaciones.
Muchas gracias y un abrazo cariñoso.
Jaime
Me encantó, GRACIAS!!
ResponderBorrarTatiana S.
Mónica,estás escribiendo increíble,te felicito,eres muy parecida a tu mamá,me encantó ese relato.Me entretuve leyendo,ví el comentario de Emilio,está perfecto,talentoso cómo la mamá.
ResponderBorrarSaludos,Claudio E.
Moniquita linda que lindo escribes. Todo el relato se siente tan cerca y vivido. Quedé con una sensación de tristeza. Quizás me identifique con ese intento de establecer y sentir una continuidad entre experiencias y gente del pasado junto a mi presente. Y quizás no siempre es posible. Siempre queda algo desatado. Lo voy a leer de nuevo en la noche con tranquilidad.
ResponderBorrarBesitos y gracias por compartir.
Carolina Fliman
Es muy bonito lo que escribes.. . Y cómo lo escribes! 🥰 🥰🥰
ResponderBorrarGabriela Zambrano
Moni,
ResponderBorrarTu relato me deja con michas preguntas y una sensación de nostalgia, que aunque ajena a tu historia, tengo yo de las propias. Ese pensar en lo que pido haber sido, si las cosas hubieran ido por otro camino...las amistades, sean prufndas o pasajeras, que marcan la vida, aunque sea en un detalle. Muy profundo y honesto. Abrazos! Y felicitaciones!!
Muy bueno Mónica!! 👏👏👏.Ximena G
ResponderBorrarGracias, Mónica!! Qué lindo escribes!! 👏👏🥰 María Elsa
ResponderBorrarBuenas noches Monica Hoy volvi a leer tu trabajo pero con calma...No tengo ninguna experticia pero te puedo hablar de lo que senti.Me conmovió, tan buen relato de esa experiencia que muchos hemos vivido, los compañeros.. amigos ? .. no lejanos, mas bien un desencuentro, caminos distintos, muchas veces rasguñando la esperanza de un sueño.Me hizo reflexionar.Te lo agradesco y felicito,Paola.
ResponderBorrarAmiga, estás escribiendo muy bien, plasmastee en este relato, lo que viviste ese día, y las emociones q te dejó, además me parece entretenido, sigue escribiendo, debieras guardar tus escritos y después hacer un pequeño libro. Cada vez escribes mejor
ResponderBorrar